Las librerías de Madrid manifestamos nuestro desacuerdo con la iniciativa puesta en marcha por algunos sellos

Estamos viviendo momentos de incertidumbre. Las medidas que el Gobierno se ha visto obligado a arbitrar para hacer frente a la crisis sanitaria del Covid19, han sorprendido a todo el sector. Ni sumando todos los libros que hayamos podido leer nos ha preparado para enfrentar una pandemia como esta. Conforme pasan los días, la realidad nos obliga a aprender a gestionar nuestras propias expectativas de una forma diferente. La solidaridad, el compromiso y el sacrificio son valores que recobran su justa dimensión porque se han vuelto más necesarios que nunca.

Pese al desasosiego, y aunque nuestras puertas estén cerradas, nos mantenemos fieles a nuestros objetivos e intentamos seguir defendiendo el valor que el libro y la lectura merecen en la sociedad. Para ello siempre hemos contado con las editoriales como aliadas para sumar fuerzas, remando en la misma dirección cuando otrora tocaba transitar juntas por la adversidad. Por ello no podemos estar de acuerdo con las iniciativas que han partido de algunos sellos ofreciendo libros digitales gratuitos para que a los lectores se les haga más llevadera la cuarentena. 

Y no podemos aceptar lo que a primera vista podría considerarse un gesto altruista y solidario porque no solo resta valor al trabajo del resto de agentes implicados (otros editores, autores, traductores, correctores, distribuidores, librerías), sino porque no aporta absolutamente nada al tejido cultural de nuestro país.

Como ya ha dicho un pequeño editor, «existe otra realidad bibliodiversa, un ecosistema del libro, la edición y la librería, que está en serio peligro si se permiten, jalean, premian y apoyan este tipo de iniciativas nada inocentes ni solidarias de los grandes, que se lo pueden permitir».

Y sobre todo:

  • Porque la cultura no es gratuita.
    No podemos perder de vista que ya hemos recorrido un largo trecho realizando una labor pedagógica que era muy necesaria: concienciar a la sociedad del enorme esfuerzo que implica el que una obra llegue a las manos del último eslabón de la cadena del libro, el lector. Aunque seguramente sin pretenderlo, se transmite un mensaje equivocado: “los libros se pueden regalar porque no cuestan nada”.
    Quien sienta la necesidad imperiosa de leer de forma gratuita, puede disfrutar de la amplia oferta de títulos que, también en formato digital, ofrece la red de bibliotecas.
  • Porque beneficia a las plataformas tecnológicas que nacieron ajenas al sector del libro.
    El lector percibe erróneamente que solo ellos hacen el esfuerzo de rebajar los precios de los libros; las librerías pasamos a encarnar entonces a una especie de pérfida Albión porque no compartimos la generosidad del gesto. Este papel no nos gusta.
  • Porque juntas debemos encontrar otras formas de fomentar la lectura.
    Tanto las editoriales como las librerías, podríamos pensar de manera conjunta en poner en marcha otras iniciativas que ayudaran realmente a cambiar hábitos lectores o a estimularlos.

Una buena lectura es una invitación a viajar sin salir de casa, de vivir aventuras sin movernos del sillón, o de dialogar con otras personas sin tenerlas enfrente. Las librerías nunca hemos dejado de difundir ese mensaje. Con nosotras se puede contar para seguir haciéndolo, pero nos mantendremos lejos de cualquier gesto que signifique promocionar el libro como un artículo de relleno para incentivar las ventas de otros productos. En este sentido, aprovechamos la ocasión para decir que ya es hora de que el libro impreso deje de financiar al libro digital, dado que está provocando que un mercado deficitario ofrezca un producto por debajo de su coste, creando la falsa sensación de que si prescindiéramos de los intermediarios bajarían los precios, razonamiento que está calando erróneamente en la sociedad. Pero este es otro debate.

Puede que la lectura no sea un bien de primera necesidad, pero poblar la red de contenidos editoriales gratuitos nos parece la mejor forma de negarle el valor que merece y por el que tanto luchamos todos los días cuando abrimos nuestras puertas.

Foto © Josie Stephens